Medicación para el TDAH en niños, ventajas e inconvenientes

Mar 02, 2025By Gloria
Gloria

Cuando a un niño le diagnostican TDAH, una de las primeras preguntas que surge es: ¿medicación sí o no? Es una decisión importante, y lo primero es asegurarse de que el diagnóstico sea correcto. Para ello, lo ideal es que la evaluación la realice una neuropsicóloga, ya que no sólo observa los síntomas, sino que analiza cómo funcionan la atención, la memoria y las emociones del niño. Esto evita confundir el TDAH con problemas de ansiedad, un trastorno negativista desafiante u otras dificultades del aprendizaje.

Ahora bien, si el diagnóstico es correcto, ¿qué pasa con la medicación? Puede ser una gran aliada en algunos casos. Ayuda a mejorar la concentración, reduce la impulsividad y facilita que el niño pueda desenvolverse mejor en la escuela y en casa. También puede ayudar a regular sus emociones y hacer que el día a día sea menos frustrante para él y para su entorno.

Pero no todo es positivo. La medicación tiene efectos secundarios: insomnio, pérdida de apetito, dolor de cabeza o irritabilidad, entre otros. Algunos padres notan que sus hijos parecen menos espontáneos cuando la toman. Además, aunque el riesgo es bajo, existe la posibilidad de desarrollar dependencia en la adolescencia. Y lo más importante: la medicación no es una cura, solo ayuda a manejar los síntomas. El TDAH no desaparece con una pastilla.

Otro punto clave es que la medicación para el TDAH se ha estado utilizando en niños solo desde hace algunos años. Todavía no hay suficiente información sobre sus efectos a largo plazo en un cerebro en desarrollo. Por eso, muchos especialistas recomiendan que salvo que se trate de un caso de gran severidad, empezar a intervenir con otras estrategias psicoterapéuticas.

¿Y qué otras opciones existen? Terapia conductual, apoyo escolar, ejercicio físico, una buena alimentación y técnicas de relajación como el mindfulness pueden marcar la diferencia. En casa, herramientas como recordatorios visuales y alarmas ayudan a estructurar mejor su tiempo y tareas, reduciendo el caos y la frustración.

No hay una respuesta única. Cada niño es diferente y lo que funciona para uno puede no ser lo mejor para otro. La clave está en informarse bien, hablar con especialistas y encontrar el equilibrio entre lo que ayuda al niño y lo que le permite desarrollarse de la mejor manera posible.